
Cuando hablamos de moda, rebeldía y arte en movimiento, Lady Gaga se lleva todos los reflectores.
Desde sus inicios, la artista ha usado su imagen como una declaración de intenciones, convirtiendo cada aparición pública en un show donde la moda es protagonista.
Su evolución estilística es un viaje que va desde la excentricidad extrema hasta una sofisticación elegante que confirma su lugar como ícono absoluto de la cultura pop.
De la provocación a la leyenda
Es imposible olvidar momentos que ya son parte de la historia pop: el vestido de carne cruda de los MTV VMA 2010.
Su dramática entrada dentro de un huevo gigante en los Grammy 2011.
O su arribo montada en un caballo humano en los American Music Awards 2013.
Gaga redefinió la palabra “impacto” con sus plataformas infinitas, pelucas deslumbrantes y atuendos esculturales, dejando en claro que para ella no existen los límites creativos.
Su estilo inicial estaba cargado de teatralidad, exageración y un fuerte mensaje de desafío a las normas establecidas.
Cada look un acto de rebeldía, una performance en sí misma.
La reina de la transformación
Pero Lady Gaga no se quedó atrapada en el personaje de la extravagancia. Con el paso del tiempo, su estilo ha madurado, abrazando una elegancia sublime sin perder su sello personal.
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¿Ejemplos? El inolvidable vestido negro de Alexander McQueen en los Oscar 2019 donde canalizó a Audrey Hepburn, o los espectaculares modelos metalizados de Versace en los Oscar 2014 y de Celine en los Grammy 2019.
El blanco también le ha sentado de maravilla: desde el mono minimalista de Brandon Maxwell hasta el vestido de Christian Dior Haute Couture en los SAG Awards. Además, su idilio con Valentino ha regalado escenas de pura magia, repletas de capas, plumas y diseños dignos de una leyenda.
DIEGO LEIZA
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