Sean Combs, el rapero, productor y empresario mejor conocido como P. Diddy, Puff Daddy o Brother Love, enfrenta el juicio más grave de su vida.
Estamos hablando de tráfico sexual, crimen organizado y abuso sistemático.
Este lunes arrancó oficialmente en Nueva York la selección del jurado para el juicio federal que podría condenar a uno de los nombres más grandes del entretenimiento a cadena perpetua.
Se prevé que el proceso dure ocho semanas y está cargado de acusaciones que parecen sacadas de un thriller criminal.
La Fiscalía no se anduvo con rodeos: aseguran que Combs lideró durante décadas una red criminal disfrazada de imperio musical.
Según documentos oficiales, su círculo más cercano habría facilitado y encubierto delitos como tráfico sexual, secuestro, violencia extrema, sobornos y hasta incendios provocados.
De ícono musical a presunto depredador
La historia de Combs es tan vertiginosa como su caída.
Fundó Bad Boy Records en 1993, impulsó a Notorious B.I.G. y Mary J. Blige, llevó el hip hop a las ligas mayores y amplió su fortuna con negocios de licor y moda.
Pero hoy, está detrás de barrotes, detenido sin derecho a fianza desde septiembre de 2024.
Las primeras acusaciones surgieron de su expareja, la cantante Cassie (Casandra Ventura), quien lo denunció por violación, abuso físico y coerción.
Aunque el caso se resolvió fuera de los tribunales, la denuncia fue la chispa que encendió una avalancha de nuevas demandas.
Una de las más estremecedoras: una joven asegura que fue violada en grupo por Combs y sus allegados cuando tenía solo 17 años.
Además, se han revelado prácticas perturbadoras como las llamadas “Freak Offs”, encuentros sexuales grupales con mujeres bajo efectos de drogas y supuestas promesas de fama si accedían… o represalias si se negaban.
En su defensa, los abogados de Combs argumentan que todo fue consensuado. Pero las grabaciones, como aquella de 2016 donde golpea brutalmente a Cassie en un hotel, cuentan otra historia.
La vida actual de P. Diddy
Hoy, Sean “Diddy” Combs, de 55 años, ya no es el magnate carismático de antaño.
Con el cabello canoso, sin acceso a redes y vestido casual por aprobación judicial, su figura se diluye ante el peso de los testimonios y la evidencia.
El juicio apenas comienza, pero una cosa es clara: pase lo que pase, el legado de P. Diddy ya no será el mismo.
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DIEGO LEIZA
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