Después de 35 años tras las rejas, el juez Michael Jesic reescribió la historia de los hermanos Menéndez Lyle y Erik: de cadena perpetua a 50 años de prisión.
Gracias a una cláusula en la legislación californiana, que permite revisar sentencias a menores de 26 años, y su aparente buena conducta en el penal, ambos podrán pedir libertad condicional.
“No garantizo su salida, pero merecen la oportunidad”, declaró Jesic, desatando polémica entre la defensa, la Fiscalía y el mismo gobernador Gavin Newsom.
¿Victimarios, víctimas o producto del sistema?
En 1989, los hermanos Menéndez, de 21 y 18 años, asesinaron a sus padres a tiros en Beverly Hills, alegando abusos familiares como detonante.
Tras un primer juicio anulado, fueron hallados culpables y condenados en 1996.
Ahora, el fiscal Nathan Hochman insiste en que aún no aceptan plenamente su culpa, mientras ellos aseguran haber mostrado arrepentimiento: Lyle expresa vergüenza, Erik admite haber mentido y recargado su arma.
Con la puerta abierta a la condicional y la esperanza de pruebas nuevas o un indulto, este veredicto revive el debate sobre reparación, responsabilidad y redención.
En el próximo capítulo, ¿será la reinserción o el fin definitivo de la saga Menéndez?
¿Pueden quedar libres?
Además de la vía de libertad condicional, podrían solicitar un nuevo juicio si surgen pruebas nuevas, como el testimonio de un exintegrante del grupo Menudo que denunció abusos por parte de José Menéndez.
Otra opción es el perdón del gobernador, aunque es poco probable.
La reducción de condena para los hermanos Menéndez reabre un caso icónico y plantea nuevos debates sobre justicia, edad penal y rehabilitación.
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DIEGO LEIZA
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