
Cancelar el nuevo Aeropuerto de Texcoco no fue solo una decisión polémica, fue una jugada que sigue costando millones y podría costar vidas.
La construcción estaba avanzada, los estudios técnicos lo avalaban y era, según expertos, “la mejor opción” para el futuro aéreo del país.
Pero el gobierno de AMLO decidió enterrar la obra y levantar en su lugar el Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA), un proyecto más simbólico que funcional.
Hoy, los cielos de México están revueltos. El rediseño del espacio aéreo es un caos que ya suma más de 30 incidentes en solo un año. El más reciente: un avión de Volaris que tuvo que abortar su aterrizaje en el AICM porque otra aeronave bloqueaba la pista. Pudo ser una tragedia. Se evitó por segundos.
Y esto no es casualidad: el presupuesto para navegación aérea se redujo en 40% y Estados Unidos ya nos bajó la calificación en seguridad. Estamos al nivel de países sin infraestructura ni regulación seria.
El costo real de cancelar Texcoco: entre capricho, improvisación y riesgo
Mitre, la máxima autoridad aeronáutica internacional, ya lo había advertido: la coexistencia entre AICM y AIFA era un “riesgo enorme”. El Valle de México simplemente no puede operar dos aeropuertos internacionales tan cercanos sin generar interferencias y confusión.
Aun así, el gobierno apostó por esa fórmula. ¿La solución que ofrecen hoy? Obligar a las aerolíneas a migrar vuelos a Toluca y AIFA. Es decir: parchar el parche.
Texcoco, en cambio, estaba planeado para durar décadas. Su ubicación era ideal, su diseño ambicioso y su capacidad resolvería el problema de saturación. Pero no. El proyecto fue cancelado cuando ya estaba construido en un 40% y con 200 mil millones de pesos invertidos.
¿La razón? Una consulta a mano alzada, bajo un discurso anticorrupción que hasta hoy no ha probado nada.
Este episodio es más que una anécdota política. Es un reflejo de cómo se gobierna: con narrativa, no con datos. Con simbolismos, no con visión de largo plazo.
Y lo más alarmante: el tiempo puede convertir este error histórico en una tragedia histórica.
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DIEGO LEIZA
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