Vivimos en un mundo que nos empuja a la velocidad, donde todo debe ser inmediato y la prisa es lo normal en nuestro día a día. Aquí es donde entra el “slow living“, o (vida minimalista) un movimiento que nos invita a bajar el ritmo y descubrir el placer de la calma.
No se trata de ser menos productivo, sino de hacer mejor las cosas, de vivir con intención y disfrutar cada instante sin prisas.
Pero, ¿qué pasaría si frenáramos un poco todo lo que estamos haciendo? ¿Si en lugar de correr, aprendiéramos a caminar?
La calma también es buena
Piensa en esto: tomarte un café, cocinar, limpiar tu casa o pasear a tu perro pueden ser más que simples tareas diarias. Si les das la atención adecuada, con calma, pueden convertirse en rituales de relajación.
Comer con intención, no solo por hábito
El acto de comer es algo que hacemos todos los días, pero pocas veces lo disfrutamos de verdad. Haz la prueba y siéntate en un lugar cómodo, sin televisión ni distracciones, y concéntrate en tu comida. Obsérvala, saboréala, mastica lentamente y disfruta cada bocado.
Muévete sin estrés
Las prisas son parte de la rutina de todos los días, pero no siempre son necesarias. Si puedes, sal con tiempo a tus actividades para evitar el estrés del tráfico. Así en lugar de ver el trayecto como una molestia, conviértelo en una oportunidad para disfrutar del camino.
Descanso real, no distracción
Creemos que ver series o pasar tiempo en redes sociales nos relaja pero en realidad siguen demandando nuestra atención y energía mental. Para descansar de verdad, dedica unos minutos al día a desconectar por completo. Apaga todo y descansa.
Al final, el “slow living” o la “vida minimalista” no son sobre hacer menos, sino sobre hacer con intención. Más placer y menos estrés.
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DIEGO LEIZA
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