En los últimos años, los efectos del cambio climático y la presión sobre los recursos naturales han comenzado a generar consecuencias tangibles en el cultivo y aprovechamiento del agave en el estado de Hidalgo.
Aunque los ciclos de crecimiento del agave no han mostrado alteraciones drásticas, la sobreexplotación de especies silvestres, especialmente las microendémicas, se ha intensificado, encendiendo las alarmas entre productores y ambientalistas.
Conscientes del impacto ambiental, algunos productores han comenzado a implementar acciones para mitigar estos efectos.Una de las estrategias adoptadas ha sido la creación de viveros especializados en agaves endémicos de la región, con el objetivo de reforestar y preservar la biodiversidad local.
La degradación de los ecosistemas ha repercutido además en la pérdida de oficios tradicionales ligados al manejo del maguey. La disminución en la disponibilidad de planta y la falta de apoyo estructural han llevado a que una sola persona asuma múltiples roles en la cadena de producción, desde la siembra hasta la elaboración final de pulque o destilados.
Ante este panorama, algunos productores comienzan a explorar alternativas más sostenibles, como el uso de energía solar para los procesos de destilación. Sin embargo, el acceso a tecnologías, apoyos gubernamentales y condiciones económicas justas sigue siendo limitado para muchos campesinos.
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De continuar esta tendencia climática y económica, se vislumbra un futuro complejo para las comunidades rurales dedicadas al maguey. La falta de oportunidades podría acelerar la migración, el abandono del campo y la desaparición de una tradición profundamente arraigada en la identidad hidalguense.
BERE GAMBOA
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