La Administración de Donald Trump ha vuelto a disparar su cañón de recortes, esta vez apuntando directo a la NASA.
Su nueva propuesta busca reducir casi a la mitad el presupuesto de la agencia espacial para 2026, pasando de 7.500 a solo 3.900 millones de dólares.
Un golpe seco que pondría en jaque no solo a la ciencia, sino al liderazgo espacial de Estados Unidos.
La propuesta, aún no oficial pero filtrada por medios como The Washington Post, recorta brutalmente áreas clave: astrofísica pierde dos tercios de su presupuesto, ciencias de la Tierra más del 50 %, heliofísica se desangra, y el programa de ciencias planetarias se encoge un 30 %.
¿Las víctimas? Proyectos como el Telescopio Espacial Nancy Roman, la misión que debía traer muestras de Marte o incluso el centro Goddard, donde trabajan más de 10 mil personas.
Sí, el James Webb y el Hubble se salvan… por ahora. Pero el resto de la ciencia espacial quedaría abandonada. Y lo más irónico: mientras Trump impulsa esta mutilación científica, su candidato para dirigir la NASA, Jared Isaacman (muy amigo de Elon Musk), promete que “no tenemos que elegir entre la Luna o Marte”. Pero los números dicen lo contrario.
Voces tanto demócratas como republicanas ya han alzado la voz. La congresista Judy Chu y el legislador Don Bacon han mostrado su preocupación, mientras que George Whitesides fue claro: “Esto no pasará.
Es un ataque directo al liderazgo espacial de EE. UU.” Y Bill Nelson, ex administrador de la NASA, lo resumió mejor que nadie: “Van a llevar a la NASA a un abismo profundo si siguen con este salvajismo”.
¿La exploración espacial, ciencia y miles de empleos sacrificados por una obsesión política?
Trump vuelve a demostrar que, cuando se trata de ciencia, su prioridad no es mirar al cielo, sino recortar a ciegas.
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DIEGO LEIZA
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